sábado, 20 de julio de 2013

Cómo enamorarse de una tierra

Varios días, diría incluso semanas, llevo ya dándole vueltas a esta entrada, a cómo enfocarla, escribirla y plasmar lo que quiero transmitir. Es complicado, pero lo intentaré.

Me gustaría hablar esta vez de una tierra de la que me considero amante, en concreto un pueblo, y es Calzada de Calatrava, en la provincia de Ciudad Real. Pocos conocerán el lugar, pero somos muchos los que amamos esta tierra. Seguramente mucha gente se preguntará cómo se puede estar tan unido a una tierra como para "amarla". No tengo la respuesta para esto, simplemente es un sentimiento que hay que saber identificar cuando lo tienes, y yo llevo bastante tiempo sabiéndolo en mí, años.

No nací allí, sin embargo desde pequeña he pasado largos periodos de tiempo en el pueblo, viendo la gente, recorriendo el lugar, a pie y a caballo. Cada vez que tengo que dejarlo me siento tan... vacía. Y siempre hay una frase que se me pasa por la cabeza "el cómo los olivos y vides dan paso a los edificios y la industria". No hay momento cuando me alejo que no se me venga eso a la cabeza con un regusto de tristeza y abatimiento. Pienso que habría saber apreciar cada cosa que Calzada nos da, cada frase que sus lugareños nos deja, expresiones, dichos... Cada vez que tengo la oportunidad de ir, y tristemente no es muy frecuente, intento disfrutar al máximo de todo, desde que salgo por la puerta, respiro el olor del campo, a veces huele a tierra húmeda cuando llueve, otras veces llega el olor de algún campesino que está quemando rastrojos. Y luego, al pasear, miro cada casita, aunque me sepa las de todas las calles de memoria, recordando anécdotas o simplemente sonriendo y dando gracias por el lugar al que tengo el honor de pertenecer. Cuando paso por una de sus calles, me hacen gracia sus aceras, prácticamente desaparecidas en un tramo de la calle, lo cual me resulta curioso, y algunas veces incómodo, pero nunca molesta.

En verano solía salirme al caer la tarde a la puerta de la calle con una silla, "a la fresca" como se suele decir a leer, pero al final siempre acababa mirando cómo el cielo azul deja ver poco a poco las estrellas mientras saludaba a alguna que otra persona que pasaba por allí. Sin duda las sensaciones que me traen esos recuerdos son indescriptibles. Supongo que alguien que sepa lo que es esto puede entenderme, pues hay que vivirlo. En los meses de invierno, fríos, no había nada como arroparse en la mesa debajo de la cual encontrábamos el agradable calor del brasero leyendo algún libro.

Quizás para la gente esto sean palabras "cursis", sin sentido o simplemente eso, palabras sin contenido ni finalidad, pero sin duda, para alguien que sepa de lo que hablo, espero que no pasen desapercibidas. Seguramente no habré plasmado bien lo que quería decir, ni siquiera una pequeña parte de ello, pero al menos lo he intentado. Si tenéis la oportunidad de visitar alguna vez Calzada, no dudéis en hacerlo, quizás no sea gran cosa, pero seguramente, y de verdad lo espero, os guste.